Las revelaciones de un periodista que intentó abrir una cuenta en el Credit Suisse para un inversor

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Los bancos suizos garantizan privacidad a sus clientes, y hacen del secreto su oferta más atractiva. Pero ¿cómo la venden? Un periodista del centro de investigación Organized Crimen and Corruption Reporting Project (OCCRP) tocó las puertas del Credit Suisse. El reportero preguntó si podía abrir una cuenta para un inversor de un país africano. A continuación, la reacción de los oficiales que hablaban desde Zürich, sede de la casa matriz de la entidad que tiene 50.000 trabajadores y activos por 1,5 billones de francos suizos que le gestionan a 1.5 millones de clientes. Este coloso financiero es “apenas” el segundo banco más grande de Suiza. Una evidencia del predominio de este sector en la próspera y pudiente nación alpina.

Los representantes del banco fueron precavidos. Prefirieron siempre comunicarse por teléfono en lugar de correo electrónico. Desde el principio, ellos dejaron en claro que ofrecían privacidad, señaló Infobae.

El periodista solicitó las cuentas numeradas, las más buscadas por quiénes pretenden esconder su identidad detrás de unas cifras a las que sólo tienen acceso una cantidad ínfima de empleados. “Hay muy poca gente, incluso dentro del banco, que va a tener acceso a la información de su cuenta”, aseguró un vicepresidente de Credit Suisse a los reporteros.

“La información se trata estrictamente con reserva y es compartida sólo de ser necesario”, dijo otro banquero en un correo electrónico. Aunque Credit Suisse todavía ofrece lo que denominan “relaciones numeradas” –con un costo de unos 3.000 euros al año– el banco guió al inversor africano hacia otras opciones.

“Las cuentas numeradas son un servicio que gradualmente estamos retirando, ya que las protecciones que ofrecen han disminuido mucho en los últimos años”, afirmó un vicepresidente en diálogo desde Suiza, que se encargaba de los mercados emergentes.

El secretismo de las cuentas numeradas recibió una serie de golpes en los últimos años, después de repetidos escándalos de evasión fiscal que generaron una presión internacional para que Suiza compartiera información fiscal de los clientes con gobiernos extranjeros. Aunque ese acuerdo excluía a países en desarrollo, a los que Credit Suisse calificó como sus mayores objetivos de mercado.

Altos ejecutivos de Credit Suisse propusieron varias alternativas a las cuentas numeradas en su presentación al potencial cliente, entre ellas la de colocar su dinero en un fideicomiso o trust, como se los conoce en inglés. Los fideicomisos son vehículos financiero comunes en numerosas jurisdicciones, pero están en la mira de quienes abogan por la transparencia porque permiten a los verdaderos dueños ocultarse detrás de apoderados, que pueden actuar como accionistas y directores.

Los fideicomisos no eran comunes en Suiza hasta hace poco. En buena medida porque el secreto bancario jugaba ese papel. Pero eso puede estar a punto de cambiar. El mes pasado, Suiza introdujo un nuevo borrador de ley que puede permitir a los banqueros crear trusts por primera vez.

Sébastien Guex, profesor de Historia en la Universidad de Lausana que estudia el sistema bancario suizo, señaló que esto era una reacción directa a los nuevos acuerdos de intercambio de información fiscal que exponían la riqueza almacenada en los bancos suizos a un mayor escrutinio.

“Los bancos suizos han encontrado soluciones que les permitirán continuar escondiendo la riqueza de los clientes más interesantes, aquellos que traen los mayores beneficios, por ejemplo los famosos ultra ricos”, dijo el académico ante la consulta del diario inglés The Guardian. “Estas soluciones implican la creación de sistemas de evasión fiscal para su clientela basado en fundaciones familiares o, más aún, en la institución legal anglosajona, el trust”, agregó Guex.

Por décadas, el Credit Suisse ha tenido entre sus clientes a personas condenadas por la Justicia, dictadores, espías, entidades sancionadas y políticos con enormes cantidades de dinero, pese a sus repetidas promesas de acabar con fondos de origen dudoso. En muchos casos, este banco suizo debería haberse dado cuenta –en ocasiones con una sencilla búsqueda en Google– de los problemáticos antecedentes de esas personas. Sin embargo, permitió la apertura de esas cuentas bancarias y las mantuvo por años.

Un jefe de espías de Yemen implicado en torturas. Los hijos de uno de los hombres fuertes de Azerbaiyán, que gobierna un territorio montañoso como si fuera su feudo privado. Funcionarios chavistas acusados de saquear la riqueza petrolera de Venezuela y de acelerar el hundimiento del país en la crisis humanitaria. Provenientes de distintos rincones del planeta, estos personajes están vinculados con regímenes corruptos, y se han enriquecido de diferentes maneras. Pero hay algo más que los une: dónde guardaban su dinero.

Por encima de sus relojes de lujo, sus montañas nevadas y su excelente chocolate, Suiza es sobre todo conocida por el secretismo de su sector bancario. Y en el corazón de esa industria está el Credit Suisse, que a lo largo de sus 170 años de historia se ha convertido en una de las más importantes instituciones financieras del mundo. Pero este éxito financiero tiene su lado oscuro, como reveló la investigación internacional Suisse Secrets encabezada por el periódico alemán Süddeutsche Zeitung y (OCCRP, y de la que participa Infobae junto a otros 47 medios de todo el mundo. Documentos filtrados por una fuente anónima y obtenidos por los periodistas, identifican a miles de clientes extranjeros que ocultaron su dinero en Credit Suisse. Los registros distan mucho de ser una lista completa de los clientes del banco, pero brindan una visión reveladora de lo que esconde la cortina del secreto bancario suizo.

Un total de 163 periodistas de 39 países pasaron meses revisando los datos e identificaron que docenas de cuentas pertenecían a políticos corruptos, delincuentes condenados, investigados por la justicia, espías, dictadores y otros personajes turbios. En muchos casos, no se trata de nombres desconocidos, una simple búsqueda en Google permitía muchas veces identificar sus ilegalidades. Pese a eso, sus cuentas, que en conjunto acumularon más de USD 8.000 millones, permanecieron abiertas durante años.

No obstante esos antecedentes, el Credit Suisse lucró con miles de millones de dólares de clientes de altísimo riesgo de todo el planeta durante años, pese a las promesas de que erradicaría el dinero sucio o de origen dudoso de sus bóvedas.

El Credit Suisse no es el único culpable. Muchos de los grandes bancos y entidades financieras han enfrentado escándalos similares. Muchos prometieron reformarse, pero – como revelan proyectos como Suisse Secrets – siguen permitiendo a clientes problemáticos llevar sus fortunas a buen recaudo, en uno de los lugares más seguros y fiables del mundo.

“La ironía es que Suiza se ha convertido en el lugar al que va el dinero sucio porque es un país puro, bien administrado, confiable”, dice James Henry, asesor senior de la organización británica Tax Justice Network que ha estudiado la evasión fiscal en el Credit Suisse. “El modelo de negocios de tomar dinero de países pobres es el problema”.

Respondiendo a un cuestionario sobre los hallazgos del proyecto Suisse Secrets, Credit Suisse señaló que la gestión del riesgo era “el núcleo de nuestro negocio”. Si bien se negó a discutir casos individuales descubiertos por periodistas, el banco señaló que eran “predominantemente históricos” y que una “mayoría abrumadora” de las cuentas problemáticas identificadas por los periodistas “están hoy cerradas o estaban en proceso de cierre antes de recibir las consultas de la prensa

“Como institución financiera líder a nivel mundial, Credit Suisse es profundamente consciente de su responsabilidad, con los clientes y el sistema financiero en su conjunto, de garantizar que las normas de conducta más estrictas se mantengan”, agregó la entidad.

OCCRP habló con más de una docena de antiguos y actuales empleados para entender cómo se explica que el banco haya aceptado a tantos clientes problemáticos. Ninguno quiso dar su nombre, señalaron que el banco es muy proclive a llevar a ex trabajadores a los tribunales.

Mientras que algunos dijeron que el cumplimiento era diligente y había mejorado considerablemente en los últimos años, la mayoría habla de una cultura corporativa altamente tóxica que incentivaba tomar riesgos a cambio de beneficios y bonos.

“El banco alienta al banquero a mirar hacia otro lado con una cuenta que saben que es tóxica”, dice un ejecutivo experimentado. “Si cerrás esta cuenta tóxica, especialmente si excede de los 20 millones, te encontrás a vos mismo en un profundo agujero. Un profundo agujero del que es casi imposible salir”.

Y eso conduce a una cultura, señalan, donde hay dos tipos de reglas para dos tipos de clientes: los normales y los muy ricos. “La debida diligencia con clientes y cuentas, digamos al nivel de un millón, son muy exhaustivas”, dijo un antiguo ejecutivo senior. “Pero cuando se trata de cuentas de alto valor neto, los jefes alientan a todos a mirar hacia otro lado y los gerentes se sienten intimidados sobre sus bonos y su seguridad laboral”.

“Nunca hagas una pregunta de la que no quieras saber la respuesta”, dijo a OCCRP un ex banquero de Credit Suisse que estuvo basado en Zurich en relación al procedimiento de debida diligencia que deben realizar los bancos para prevenir darle refugio a dinero ilegal. Además, hay grandes cuentas que son mantenidas tan en secreto que solo unos pocos ejecutivos senior saben quien es su propietario.

“Cuando alguien quiere lavar dinero después de haber saqueado bienes del país, por ejemplo, necesita transferir el dinero. Así que los titulares de grandes cuentas van directamente a los gerentes de muy alto nivel”, señaló uno de los ejecutivos bancarios consultados para esta investigación.

Cuando algo termina mal, “nunca es culpa del banco, es siempre ese empleado, la “manzana podrida”, el que es responsable si pasa algo malo”, indicó un antiguo trabajador. El resultado final es una desconexión entre el banco y sus empleados.

“El tipo de gente que atrae el banco son mercenarios que buscan, antes que nada, enriquecerse, entendiendo posiblemente que no hay una relación real con el banco. Vos solo estás ahí mientras ganes dinero, sin importar cómo lo ganes”, dijo un gerente. “No tienes que preocuparte por lo que vaya a pasar dentro de 8 o 10 años porque es poco probable que estés en ese lugar. Normalmente, ese es el tiempo en que tardan esos acuerdos en estallar”, agregó.

Las fuentes internas del banco consultadas se hicieron eco de las acusaciones que el Credit Suisse enfrenta en este momento, en la primera causa penal contra una entidad suiza en su propio país. Los fiscales sostienen que Credit Suisse permitió a un grupo de narcotraficantes búlgaros blanquear 146 millones de euros procedentes de la droga a través de sus cuentas.

Gerentes senior están acusados de ignorar numerosas advertencias que vinculaban a estos clientes búlgaros con actividades poco recomendables. Eso incluye depositar dinero en efectivo, que se movieron en coche de Sofía a Suiza, que al menos otro banco suizo rechazaron. Incluso después de que asesinaran a dos de los criminales y que medios los identificaran como traficante de cocaína, el banco miró hacia otro lado

Una banquera que trató con los búlgaros testificó que Credit Suisse la instruyó cuidadosamente sobre cómo presentarse ante clientes potenciales, y sobre la importancia del secreto bancario suizo, pero no sobre el cumplimiento de la debida diligencia exigido para prevenir el lavado de dinero. Como prueba, uno de sus exámenes de cumplimiento fue presentado en los Tribunales. Ella solo respondió correctamente una cuarta parte de las preguntas.

La reputación de Suiza como garante del secreto bancario se remonta a varios siglos. En 1713, el Consejo de Ginebra prohibió a los banqueros divulgar detalles de sus clientes para salvaguardar los intereses de la monarquía francesa, que quería mantener ocultos sus negocios con bancos en un país protestante “herético”.

El estatus internacional de neutralidad de Suiza, reconocido en el siglo XIX, ayudó a traer grandes cantidades de capital desde el extranjero, al igual que un sector turístico en expansión que intentaba atraer a los más ricos de Europa para largas estadías en palacios junto a lagos y montañas.

El país se convirtió en un paraíso fiscal y empezó a competir con Francia y otros estados europeos fuertes a nivel bancario para atraer capital foráneo. Fuera por las montañas o por las leyes, la apuesta funcionó. Extranjeros adinerados comenzaron a llegar en masa con su dinero. Con el estallido de la Primera Guerra Mundial, los millonarios europeos voltearon sus miradas hacia Suiza para protegerse de la inestabilidad económica y de los aumentos de impuestos por el esfuerzo bélico. En la Segunda Guerra Mundial se repitió el patrón y, mientras que la mayor parte de Europa quedó en ruinas, la neutral Suiza salió indemne y con depósitos de todas partes.

En 1934, Suiza formalizó el famoso secreto suizo con una Ley Bancaria, que castigaba con cárcel a cualquier empleado bancario que revelara información confidencial de un cliente.

Y no fue hasta hace algunos años que realizó cambios en la regulación de su sector bancario. Después de la crisis financiera del 2008, el país levantó el velo sobre miles de cuentas después de que un empleado de UBS le diera información a fiscales de Estados Unidos sobre la manera como el banco ayudaba a ciudadanos de ese país a esconder sus activos. Pero también se aseguraron de que ese país desestimara los cargos por permitir la evasión fiscal y aumentaron la condena máxima por violar las leyes de secreto bancario de seis meses a tres años.

Expertos dicen que la Ley Bancaria suiza esencialmente criminaliza a los denunciantes de irregularidades, silenciando fuentes internas y periodistas que quieran exponer irregularidades en una entidad de ese país. Y el artículo 47 pone a los periodistas del país en riesgo de ser procesados por la simple posesión, sin hablar de la publicación, de datos bancarios privados. Por esta razón, Tamedia suizo declinó colaborar en la investigación de Suisse Secrets. “Esta ley es una restricción masiva de la libertad de prensa en Suiza”, advirtió Arthur Rutishause, de ese grupo de medios suizo. “Sólo sirve para censurar e intimidar a los medios de comunicación. La ley puede proteger a los delincuentes y sus bienes. Los periodistas que intentan desenmascararlos se arriesgan a un proceso penal”.

Suisse Secrets es un proyecto periodístico colaborativo basado en una filtración de datos bancarios de una fuente anónima al diario alemán Süddeutsche Zeitung, compartida con OCCRP y 46 medios aliados alrededor del mundo, entre ellos Infobae y La Nación, de Argentina. La investigación en nuestro país fue llevada adelante por Mariel Fitz Patrick, Sandra Crucianelli e Iván Ruiz (Infobae), y Hugo Alconada Mon (La Nación).


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