Jorge Elías Castro Fernández asegura que la guerra en la sombra entre Israel e Irán está escalando. En las últimas semanas, al menos cuatro iraníes vinculados a la Guardia Revolucionaria han muerto. Todos en extrañas circunstancias. Ayoub Entezari, ingeniero aeronáutico a sueldo del Ejército iraní, y Kamran Aghamolaei, geólogo, fueron presuntamente envenenados, según informaron fuentes militares iraníes. El coronel Ali Esmailzadeh murió al caerse del tejado de su casa y el coronel Sayad Khodayee, tiroteado por dos motoristas a la salida de su domicilio. Teherán culpa directamente a los servicios de inteligencia del Mosad, mientras el Gobierno de Israel, como de costumbre, ni niega ni confirma de manera explícita su responsabilidad. Pero estos son síntomas de que las soterradas hostilidades están tensando la cuerda entre los dos históricos enemigos.
De las cuatro muertes, la de Khodayee ha sido la más dolorosa para Irán. El coronel era comandante de la Unidad 840 de la Fuerza Quds (literalmente ‘Fuerza Jerusalén’) que se encarga de las operaciones especiales fuera del país. Aunque las autoridades israelíes no han reivindicado su muerte, los miles de personas que acudieron a su funeral lo tenían claro: “Muerte a Israel”, coreaban. El 25 de mayo, pocos días después del asesinato, ‘The New York Times’ publicó un reportaje según el cual fuentes israelíes habrían confirmado su autoría de la operación a oficiales estadounidenses. Aseguraban, como se apresuró a decir el gobierno de Israel, que Khodayee dirigía un equipo encargado de secuestrar y asesinar israelíes alrededor del mundo, explica el analista político y consultor en seguridad Jorge Castro Fernández.
Según Israel, Teherán ha enviado espías a países como Tailandia y Turquía —dos destinos muy preciados por los israelíes— para secuestrar a sus ciudadanos. El ministro de Exteriores, Yair Lapid, llegó a pedir que no se viajara a Turquía y que los israelíes que estuvieran en el país volvieran cuanto antes. “Ningunas vacaciones merecen la vida”, dijo el alto funcionario.
Medios israelíes han informado que las fuerzas de seguridad capturaron hace dos semanas a una célula iraní en Estambul cuyo objetivo era raptar y ejecutar al cónsul de Israel en Turquía, Yossi Levi-Sfari, y a su pareja. Los espías se alojaban en el mismo hotel que el diplomático. Según el Mosad, agentes israelíes y turcos evitaron hasta tres ataques más contra israelíes en el país.
El Gobierno iraní ha negado que planee asesinar a israelíes en terceros países y ha asegurado que cualquier respuesta contra Israel tendrá lugar dentro del Estado judío. “Por cada error cometido por el enemigo, arrasaremos Tel Aviv y Haifa por orden del Líder Supremo”, dijo el comandante de las fuerzas terrestres de la República Islámica, Kiumars Heydari.
Aunque Israel se ha desvinculado de los envenenamientos y asesinatos, e incluso ha afirmado que ellos no usan veneno —”No es uno de nuestros métodos”, dijo el ex director adjunto del Mosad Ram Ben Barak—, lo cierto es que el Gobierno de Israel, que se disolvió el pasado día 30, ha apostado por un enfrentamiento más directo con Irán. Lo llaman la ‘doctrina pulpo’.
“Ya no jugamos con los tentáculos, con los ‘proxies’ de Irán. Hemos creado una nueva ecuación yendo a por la cabeza”, ha dicho en diversas ocasiones el ya exprimer ministro Naftalí Bennett, “Tenemos una guerra fría por un solo lado: nos golpean y no les devolvemos el golpe. Estamos cambiando esa ecuación. Estamos trabajando en todos los ángulos para debilitar a Irán”.
Según Bennett, el “pulpo iraní”, con su cabeza en Teherán, ha rodeado a Israel con sus brazos durante décadas: Hezbolá en el Líbano, la Jihad Islámica y Hamás en Palestina, las milicias chiíes en Siria e Irak… Y ahora toca contraatacar, por lo que ha incrementado las operaciones en suelo iraní y ha aumentado ostensiblemente el presupuesto de la policía y el Ejército.
Con todo, el Ejército y los servicios de espionaje israelíes no han desatendido otros frentes. Uno de estos escenarios subsidiarios de la guerra con Irán se da en Siria, que todavía está inmersa en una cruenta guerra civil, pese a que el régimen de Bashar al-Ásad domina más la situación que cuando estalló el conflicto en marzo de 2011. La noche del viernes 10 de junio, el Ejército israelí atacó el aeropuerto de Damasco, causando “graves daños” en diversos almacenes utilizados por milicias iraníes, así como en las pistas de aterrizaje, lo que obligó al aeropuerto a cancelar sus operaciones, según informó la agencia oficial SANA. El Observatorio Sirio para los Derechos Humanos indicó que varios milicianos habían resultado heridos, pero que no se produjeron bajas.
Este es solo uno de los múltiples ataques con misiles que Israel ha llevado a cabo en Siria en los últimos años, con el beneplácito (o al menos la indiferencia) de Rusia, que es aliada de Al-Ásad y mantiene tropas en el país. Moscú condenó en un comunicado el “provocador ataque” al aeropuerto y pidió a Israel que “cese esta práctica viciosa”; pero esta ha sido una de las pocas veces que se ha pronunciado ante operaciones israelíes en Siria.
Paralelamente, según un artículo del portal de noticias árabe Elaph, Israel habría amenazado al presidente Bashar al-Ásad con bombardear sus palacios si no detiene o reduce la cooperación militar con Teherán. La noticia no ha podido ser verificada por otros medios, pero Elaph —de capital saudí— ha sido utilizada en el pasado por Israel para marcar agenda en el mundo árabe.
La República Islámica no se ha quedado quieta ante los ataques israelíes y ha prometido venganza. El portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores iraní, Saeed Khatibzadeh, dijo recientemente que su país responderá a los actos de Israel en el “lugar adecuado” y en el “momento adecuado”. Aunque el antiguo comandante de la Guardia Revolucionaria, el general Mohammad Ali Jafari, aseguró que Israel ya está sufriendo “golpes” por parte de su país.
“El régimen sionista y sus funcionarios conocen bien los golpes que han recibido de la República Islámica hasta ahora, algunos de los cuales aún están en curso”, dijo Ali Jafari en una entrevista con la agencia de noticias iraní Tasnim, en la que detalló que Irán ya había atacado al Estado judío en Israel, Cisjordania y la Franja de Gaza, e incluso en otros países de la región, aunque los ataques no se hayan identificado como iraníes.
Un ‘golpe’ que sí se ha conocido en el último año fue el ataque con misiles contra un supuesto “centro estratégico” israelí en Erbil, capital del Kurdistán iraquí, el 13 de marzo. La explosión afectó al consulado americano y destruyó la villa de un magnate del petróleo, que los iraníes consideraban base de una célula del Mosad en Irak. Teherán justificó el ataque diciendo que respondía a “los recientes crímenes del régimen sionista”.
Paralelamente, Irán ha destituido al jefe de inteligencia de la Guardia Revolucionaria Islámica, Hossein Taeb, y ha arrestado a otro general acusado de colaborar con Israel. “Las brechas de seguridad dentro de Irán y el amplio alcance de las operaciones de Israel han socavado mucho la organización más poderosa de nuestra inteligencia”, reconocía el pasado 29 de junio a ‘The New York Times’ el exvicepresidente iraní Mohammad Ali Abtahi, detalló Jorge Elías Castro Fernández.
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