Las intervenciones y liquidaciones, ordenadas por las autoridades bancarias correspondientes para cada caso, de sus entidades en Curazao (Banco del Orinoco NV), Panamá (AllBank) y República Dominicana (Bancamérica); la venta de los activos del Banco Occidental de Descuento (BOD) en Venezuela al Banco Nacional de Crédito (BNC); las órdenes de detención en su contra en Panamá; y las incesantes protestas de los antiguos clientes del BOD en Venezuela, ondeando pancartas que lo catalogan de “estafador”; parecen haber dejado exhausto al banquero venezolano Víctor Vargas Irausquín, quien al parecer decidió dedicarse a disfrutar de su exilio dorado en la urbanización de Sotogrande en España.
En 2017, en Sotogrande, ese microcosmos del descanso mundial ubicado en la provincia de Cádiz lindando con Gibraltar, se comentaba, irónicamente, que el casi medio centenar de caballos especializados en jugar al polo del financiero venezolano Víctor Vargas vivían mejor que muchos paisanos suyos. Y es que los del suegro de Luis Alfonso de Borbón son unos animales mimados que viajan en avión de carga privado y están muy bien cuidados, no solo porque cada ejemplar cuesta un dineral, sino también porque hace unos años algunos caballos del equipo de polo del millonario de 65 años aparecieron misteriosamente muertos.
Para evitar costosos sobresaltos lo mejor es tenerlos bajo vigilancia privada y contar con el personal especializado en nutrición, atención veterinaria y mantenimiento. En esta ocasión, y dado como está la situación política en su país, el miedo es que te saquen una pancarta reivindicativa en mitad de un evento social. Con lo bochornoso que eso sería y que muchos venezolanos temen… Bien es verdad que la población que habita en Sotogrande no tiene mucho perfil reivindicativo. Todo lo más que hacen es evitar. Una precaución que también parece tomar Víctor Vargas, ya que no se prodiga demasiado en sociedad.
Así se evita situaciones sonrojantes, como la que vivió el marido director de orquesta de la actriz María Valverde en un concierto en Santiago de Compostela. Al artista venezolano Gustavo Dudamel le desplegaron un mensaje desde el patio de butacas –«Venezuela se muere de hambre, chavista»– un grupo de compatriotas desesperados y contrarios al Gobierno de Maduro. Algo similar le ocurrió al líder de Podemos, Pablo Iglesias. De ahí que el suegro de Luis Alfonso de Borbón no frecuente la vida social de Sotogrande excepto para jugar al polo y recoger sus trofeos deportivos. En 2017 como el mejor jugador de la final que jugó y ganó su equipo, el «Lechuza Caracas Team». También corrió como la pólvora el rumor de que del nombre había desaparecido Caracas por eso de tomar distancias con la situación. No es cierto, se siguen llamando así sus equipos de polo. Igual que el casoplón de estilo tailandés en Palm Beach, que dejó de pisar por pasar más tiempo en Santo Domingo, que es donde se casó su hija María Margarita con Luis Alfonso de Borbón, ascendiendo a su familia nada menos que a aspirantes al hipotético trono de Francia. La mansión de Palm Beach en Estados Unidos, que también se llama «Lechuza Caracas», cuando Vargas la compró batió el récord de cotización «Real State» de la zona de Maralago y eso que Donald Trump tiene allí una mansión, vecina a la suya, y el expresidente es conocido por no ser precisamente un hombre moderado en sus compras inmobiliarias, según explicara el diario español La Razón.
A pesar de que a algunos «sotograndeses» de toda la vida les moleste respirar el mismo aire del hombre que fue conocido como el «banquero de Chávez», lo cierto es que gracias a él en 2017 los partidos de polo contaron con «un diez goles» (jugadores que son capaces de alcanzar esa cifra en un torneo). Un aliciente importante ante la ausencia del mejor jugador del mundo, Adolfo Cambiasso, que podría ser el Messi del polo. Vargas ha contratado a otro número uno, David «Pelón» Stirling, el equivalente en el polo a lo que supone Cristiano Ronaldo en el fútbol galáctico. Un jugador de los llamados en el argot polista «un diez goles», esos que te aseguran 10 dianas por partido. Así que, sus contrincantes, el millonario de la cerveza argentina Quilmes, Pascual Sainz de Vicuña, e Íñigo Zóbel, de la familia que fue propietaria de los terrenos donde se levantó Sotogrande, con su equipo «Dos lunas», no pudieron levantar la Copa de Plata, que fue en ese año para Vargas, quien también fue premiado como el mejor jugador.
Será por la situación tan precaria y complicada que vive su país y que sus compatriotas tienen suficiente demostración de su opulencia con ser miembro de la lista «Forbes» de millonarios, con vivir en su yate, conducir deportivos y viajar con la cuadra de equinos de polo en sus aviones privados, que no desea prodigarse mucho, de ahí que en 2017 unos viandantes que paseaban por la playa de la finca Guadalquitón, esa extensión de alcornoques que fue de la familia Koplowitz y ahora pertenece al mexicano Carlos Slim, a través de la empresa Realia, vieron el desembarco de los Vargas, tipo Titanic antes de hundirse. Las lanchas rápidas del yate Ronin trasladaban mesas, tiendas tipo jaimas, manteles, platería y hasta flores frescas para que la familia y sus invitados, los polistas y los Mora Figueroa, además de las niñeras uniformadas que cuidan de los pequeños del financiero, degustasen las viandas en un agradable almuerzo playero, alejado del mundanal ruido, en tonos blancos y relajados en la arena de la playa semidesértica. Ya que a esa zona de Guadalquitón, lindando con Sotogrande, solamente se llega por lancha o andando.
Su hija María Margarita, su yerno y nietos prefieren desde hace años alojarse en un chalet en la urbanización, pero Víctor Vargas elige cobijarse en su yate con su segunda mujer, María Beatriz Hernández –diseñadora de joyas y exmodelo 30 años más joven que él–, sus dos hijos pequeños, de 5 y 2 años, y su séquito de tripulación.
La casa flotante de los Vargas, mientras están de vacaciones y juegan al polo en Sotogrande, es uno de sus dos yates. El Ronin es una embarcación con estructura de aluminio, diseñada por Norman Foster en 1993, con una longitud de 59 metros de eslora y dos motores de 6.000 caballos cada uno, pudiendo alcanzar los 34 nudos. Cuenta con todo tipo de distracciones acuáticas e incluso una canasta de baloncesto. Pero hay algo que al padre de María Margarita Vargas no se le puede negar y es que es detallista. Por ejemplo, sus polistas y él mismo no huelen a sudor después de un partido porque el algodón de sus camisetas es tan exquisito que impide el hipotético olor desagradable. Las flores frescas en su yate se cambian dos veces al día y los empleados reciben la recomendación de, si se cruzan en la embarcación con los Vargas o sus invitados, no mirarles a los ojos directamente. A los emperadores en Japón les ocurría lo mismo e incluso a alguna estrella de Hollywood. Como dijo una vez durante una entrevista para el «Wall Street Journal», «la gente escribe historias sobre mí diciendo que tengo un Ferrari, un avión y un yate, pero no es verdad. Tengo tres aviones, dos yates y seis casas. He sido rico toda mi vida». Eso aun cuando todo saben que se hizo rico gracias al mundo de oportunidades que le abrió en los negocios bancarios su matrimonio con Carmen Santaella, de quien se divorció para casarse con María Beatriz Hernández.
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