Por Santos Luzardo
Horas atrás, la periodista venezolana Patricia Poleo volvió a colocar en el foco público el siempre polémico caso del portal digital Caraota Digital, recientemente vendido al empresario José Simón Elarba Haddad, un personaje ampliamente vinculado a las altas esferas del poder en Venezuela.
Elarba, conocido por ser el propietario de la empresa recolectora de basura Fospuca, presidente del cuestionado banco Bancamiga y principal patrocinador del partido político seudo-opositor Fuerza Vecinal, ha sido objeto de múltiples investigaciones periodísticas que lo vinculan con negocios turbios y transacciones sospechosas.
¿Quién es José Simón Elarba?
Para quienes aún desconocen el trasfondo de este personaje, estos trabajos periodísticos arrojan luz sobre su historial:
El verdadero dueño en la sombra: Manuel Chinchilla
En Caracas y Miami era un secreto a voces que el verdadero propietario tras bastidores de Caraota Digital era Manuel Chinchilla, contratista petrolero que ha hecho grandes esfuerzos por pasar desapercibido en la red.
Chinchilla, CEO de Southern Procurement Services (SPS), protagonizó negocios millonarios con PDVSA en el Campo Urdaneta Lago (Zulia), donde su empresa aseguraba haber multiplicado la producción de crudo en más de 600%.
Según declaraciones recogidas en su propia página web:
“Logramos elevar la producción de 2.000 a 13.500 barriles diarios en menos de un año, y reducir los tiempos de trabajo en pozo de 50 a 7 días”, aseguró Chinchilla en nota de prensa.
Sin embargo, PDVSA rescindió el contrato con SPS, sin detallar públicamente las razones, acogiéndose a una cláusula contractual.
Más allá del petróleo: cartas, corrupción y escándalos
El verdadero rostro de Chinchilla se expuso aún más en la siguiente investigación:
Y sus operaciones trascienden fronteras:
Una fachada mediática: la falsa propiedad de Caraota Digital
La reciente venta del portal Caraota Digital ha vuelto a poner bajo la lupa los oscuros manejos detrás de algunos medios de comunicación venezolanos. Durante años, el medio fue presentado como propiedad de la periodista Francia Sánchez, pero diversas fuentes y filtraciones han confirmado que esa versión es completamente falsa.
De Rafael Ramírez al interinato de Guaidó
Inicialmente, Caraota Digital operó bajo la influencia de Rafael Ramírez, expresidente de PDVSA y figura clave del chavismo. Posteriormente, el portal pasó a formar parte del ecosistema mediático del interinato de Juan Guaidó, siendo utilizado como plataforma de propaganda y legitimación internacional.
Durante ese período, figuras como Miguel Ángel Rodríguez e Isnardo Bravo fueron colocadas como “directores” editoriales, dando una apariencia de profesionalismo y pluralidad. Sin embargo, detrás de bambalinas, los verdaderos dueños operaban en las sombras, beneficiándose del financiamiento opaco y de la cercanía con estructuras de poder de ambos bandos políticos.
La inversión en publicidad, personal y producción audiovisual fue desmedida. Lo que se mostraba como un medio independiente era, en realidad, un aparato de comunicación sofisticado y costoso, sostenido por capitales de origen poco claro y presuntamente vinculado a la corrupción petrolera.
📺 Ver video relacionado:
https://m.youtube.com/watch?v=fvoUiAQEbSk
El telón de fondo: corrupción trasnacional
Manuel Chinchilla, figura clave detrás de Caraota Digital, también ha sido señalado en casos de corrupción internacional vinculados al petróleo venezolano.
Investigaciones del Departamento de Justicia de EE.UU. y reportes independientes han revelado su implicación en esquemas de sobornos, lavado de dinero y contratos con empresas fantasmas. Estos informes lo vinculan con operaciones sospechosas junto a gigantes como Glencore y con estructuras militares como CAMIMPEG, empresa del Ministerio de Defensa de Venezuela.
La verdad siempre emerge
La historia de Caraota Digital no es un caso aislado. Representa un patrón repetido en el que la propaganda, los medios y la corrupción se entrelazan para sostener intereses privados disfrazados de pluralismo informativo. Hoy, con su venta a José Simón Elarba, la fachada simplemente cambia de rostro, pero el mecanismo permanece intacto.
Porque tarde o temprano —como siempre— la verdad termina por emerger.


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