En medio de un despliegue de fuerzas estadounidenses en el Caribe, el presidente venezolano Nicolás Maduro recurre a Rusia, China e Irán para reforzar sus desgastadas capacidades militares y solicitar asistencia —incluyendo radares defensivos, reparaciones de aeronaves y, posiblemente, misiles—, según documentos internos del gobierno estadounidense obtenidos por The Washington Post.
Las solicitudes a Moscú se realizaron mediante una carta dirigida al presidente ruso, Vladímir Putin, que debía ser entregada durante la visita a la capital rusa de un alto asesor este mes.
Según los documentos, Maduro también redactó una carta al presidente chino, Xi Jinping, en la que busca una “cooperación militar ampliada” entre ambos países para contrarrestar “la escalada entre Estados Unidos y Venezuela.”
En la carta, Maduro pidió al gobierno chino acelerar la producción, por parte de empresas chinas, de sistemas de detección por radar, presumiblemente para que Venezuela pudiera mejorar sus capacidades.
Los documentos indican que el ministro de Transporte, Ramón Celestino Velásquez, también coordinó recientemente un envío de equipos militares y drones procedentes de Irán, mientras planificaba una visita a ese país. Según los documentos, le dijo a un funcionario iraní que Venezuela necesitaba “equipos de detección pasiva”, “bloqueadores de GPS” y “casi con certeza drones con un alcance de 1.000 km [600 millas]”.
“En la misiva, Maduro enfatizó la gravedad de la agresión estadounidense percibida en el Caribe, presentando la acción militar de EE. UU. contra Venezuela como una acción contra China debido a su ideología compartida”, señalan los documentos estadounidenses.
Rusia sigue siendo la principal fuente de apoyo para Maduro. El domingo, un Ilyushin Il-76 —uno de los aviones rusos sancionados en 2023 por Estados Unidos por participar en el comercio de armas y transportar mercenarios— llegó a Caracas, la capital de Venezuela, tras una ruta sinuosa sobre África para evitar el espacio aéreo occidental, según Flightradar24.
El Kremlin declinó hacer comentarios sobre la carta, pero el Ministerio de Asuntos Exteriores afirmó el viernes por la noche que Moscú apoya a Venezuela “en la defensa de su soberanía nacional” y está “dispuesto a responder adecuadamente a las solicitudes de nuestros socios ante las amenazas emergentes.”
Moscú también acaba de ratificar un nuevo tratado estratégico con Caracas.
Estas maniobras muestran cuánto podría perder Rusia si el atribulado líder venezolano llegara a caer. Los proyectos de alto perfil entre ambos países siguen avanzando, incluido una fábrica de municiones Kalashnikov inaugurada en julio en el estado venezolano de Aragua, casi 20 años después de haberse prometido. Moscú también posee derechos de exploración sobre reservas potencialmente valoradas en miles de millones de dólares en gas natural y petróleo aún sin explotar.
Sin embargo, a pesar de las apariencias, los observadores señalan que los recursos y el interés de Moscú en apoyar a Maduro podrían haberse reducido en comparación con años anteriores. El enfrentamiento entre Washington y Caracas podría incluso ofrecer a los rusos algunos beneficios inesperados, al desviar la atención de Estados Unidos fuera de Europa.
Atrapada en una guerra en Ucrania y buscando una cooperación más estrecha con otros socios latinoamericanos, Moscú ha reducido gradualmente su interés en Venezuela en los últimos años, sin mostrar señales de un repunte en su apoyo a raíz de la crisis actual.
“El hecho de que hayamos trasladado más del 10 % de nuestros activos navales al Caribe ya representa una victoria, en cierto sentido, para Putin”, dijo James Story, exembajador de Estados Unidos en Venezuela y socio fundador de Global Frontier Advisors, una consultora geopolítica. “Nuestro renovado interés en todo lo relacionado con el Hemisferio Occidental divide nuestra atención sobre Ucrania. Y eso es algo positivo para Putin.”
Los lazos políticos y económicos entre Rusia y Venezuela se remontan a Hugo Chávez, el padre del Estado socialista venezolano, tras su llegada al poder en 1999. La relación floreció durante las décadas de 2000, 2010 y principios de 2020. Hoy abarca el vital sector petroquímico, la compra de armas, operaciones de propaganda conjunta y acuerdos opacos con criptomonedas, según analistas.
El despliegue militar estadounidense en el Caribe representa quizá el mayor desafío para Maduro, sucesor de Chávez, desde que asumió el liderazgo del país en 2013. Más de una docena de ataques estadounidenses contra presuntos narcotraficantes —en su mayoría que partían de las costas venezolanas— han dejado al menos 61 muertos desde septiembre. La administración no ha presentado pruebas de que los barcos estuvieran involucrados en el tráfico de drogas, y Maduro ha negado que lo estuvieran.
El USS Gerald Ford, el portaaviones más pesado y moderno de la Marina estadounidense, ha sido enviado a la región.
Sin embargo, el mensaje oficial de Moscú respecto a las acciones de Trump contra Venezuela ha sido relativamente moderado.
A comienzos de octubre, el ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, “expresó seria preocupación por la creciente escalada de las actividades de Washington en el mar Caribe” durante una conversación con su homólogo venezolano.
El miércoles, el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, declaró que Moscú ‘respeta la soberanía de Venezuela’ y considera que el asunto debe resolverse de acuerdo con el ‘derecho internacional’, un argumento que el Kremlin suele emplear para evitar pronunciarse sobre cuestiones geopolíticas delicadas.
Pero Rusia ahora está más ocupada en su propio entorno, librando una guerra y enfrentando sus propias sanciones occidentales. Analistas de defensa señalan que Moscú ha trasladado algunos de sus principales puestos de escucha en América Latina desde Venezuela hacia Nicaragua, donde el presidente autoritario prorruso, Daniel Ortega, ha consolidado su control del poder.
“La realidad es que Rusia ha estado relativamente callada respecto a Venezuela”, dijo Douglas Farah, presidente de la firma de consultoría en seguridad nacional IBI Consultants. “Y ha invertido muy poco capital político en defender a Maduro.”
El presidente venezolano, sin embargo, se encuentra en plena etapa de reforzar sus defensas y necesita a Moscú.
Apelación a Rusia
A mediados de octubre, Velásquez, el ministro de Transporte, viajó a Moscú para reunirse con su homólogo ruso, según el Ministerio de Transporte de Rusia. De acuerdo con los documentos obtenidos por The Washington Post, también debía entregar la carta de Maduro dirigida a Putin.
En la carta, Maduro solicitó que los rusos ayudaran a fortalecer las defensas aéreas de su país, lo que incluía restaurar varios aviones rusos Sukhoi Su-30MK2 previamente adquiridos por Venezuela. Maduro también pidió asistencia para reacondicionar ocho motores y cinco radares en Rusia, adquirir 14 conjuntos de lo que se creía eran misiles rusos, así como un “apoyo logístico” no especificado, según los documentos.
Maduro destacó que los cazas Sukhoi de fabricación rusa “representaban el elemento disuasorio más importante del Gobierno Nacional venezolano frente a la amenaza de guerra”, de acuerdo con los registros estadounidenses.
El mandatario venezolano solicitó a Rusia un “plan de financiamiento a mediano plazo de tres años” a través de Rostec, el conglomerado estatal ruso de defensa. Los documentos no especifican el monto.
Los documentos también indican que Velásquez debía reunirse con el primer viceprimer ministro ruso, Denis Manturov, y entregarle una segunda carta. No se detalla si el gobierno ruso respondió al acercamiento de Maduro ni si el viaje llegó a realizarse.
“Pura chatarra”
Chávez inició lo que se convertiría en años de compras de armas rusas, incluidas tanques de fabricación rusa, cazas Sukhoi y misiles tierra-aire.
“Pura chatarra”
Analistas y funcionarios familiarizados con el ámbito militar venezolano afirman que gran parte del material adquirido es inoperativo o está obsoleto. Un exoficial militar venezolano, que habló bajo condición de anonimato por temor a represalias, señaló que para 2018 Venezuela tenía en funcionamiento menos de cinco cazas Sukhoi de fabricación rusa.
Chávez también compró helicópteros rusos y almacenó misiles rusos, añadió. Pero muchos de ellos son antiguos y no representan una amenaza real para las fuerzas armadas estadounidenses.
“Chávez compró, o Rusia le vendió a Venezuela, pura chatarra”, dijo.
Sin embargo, Maduro afirmó este mes que Venezuela había desplegado 5.000 misiles portátiles tierra-aire Igla-S de fabricación rusa en todo el país.
Un cambio de régimen en Venezuela supondría un duro golpe para Moscú, ya que podría significar la pérdida de un importante aliado y debilitar significativamente a otro: Cuba, un aliado aún más antiguo de Rusia, cuya comunidad de inteligencia está estrechamente entrelazada con la de la Venezuela de Maduro, y que, según observadores, podría ser el siguiente objetivo en la lista de Washington.
No obstante, algunos analistas cuestionan el grado de compromiso de Rusia con Maduro. La señal pública actual es distinta a la de 2019, cuando, en una demostración visible de apoyo frente a la oposición respaldada por Estados Unidos, unos 100 soldados rusos, dirigidos por el general Vasili Tonkoshkurov, llegaron a Venezuela en un avión militar AN-124.
Incluso el tratado de cooperación con Venezuela no llega a constituir un compromiso militar real.
Víctor Jeifets, editor en jefe de la revista rusa América Latina, señaló que el tratado —que aborda temas como el lavado de dinero y la no proliferación nuclear— es vago en materia de cooperación militar, limitándose a sugerir que ambas partes “mejoren los vínculos en el ámbito de la defensa”.
Con sus fuerzas comprometidas en Ucrania, Rusia también tiene menos capacidad para asistir a un líder aliado al otro lado del Atlántico, incluso si quisiera hacerlo.
“¿Haría Rusia algo en caso de una operación estadounidense? Creo que no está en los planes inmediatos de las autoridades rusas”, dijo Jeifets.
Vínculos petroleros
Rusia sigue siendo un actor clave en el sector petrolero venezolano, productor de un crudo espeso y pesado que requiere un procesamiento sustancial.
Los rusos proporcionan insumos esenciales para el tratamiento de ese crudo, así como suministros de gasolina para mantener la industria operativa.
Las empresas estatales rusas tienen inversiones directas en tres empresas mixtas venezolanas que producen 107.000 barriles de crudo por día, es decir, alrededor del 11 % de la producción total actual de Venezuela, y generan aproximadamente 67 millones de dólares al mes, según Francisco Monaldi, director del Programa de Energía para América Latina de la Universidad Rice.
Rusia también posee derechos de exploración y exportación sobre los campos de gas costa afuera de Patao y Mejillones en Venezuela. Además, sus derechos sobre reservas probadas pero no explotadas de crudo venezolano tienen un valor estimado de hasta 5.000 millones de dólares, añadió Monaldi.
Pero el crudo venezolano —bajo sanciones estadounidenses— compite directamente con la industria petrolera nacional de Rusia, que también está sujeta a sanciones de EE. UU. y, por tanto, comparte algunos clientes, como China.
“Los rusos ya no están invirtiendo en Venezuela. Esa es la conclusión”, agregó Monaldi.


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