MIAMI (AP) — El agente federal tenía una propuesta audaz para el piloto principal de Nicolás Maduro: todo lo que tenía que hacer era desviar en secreto el avión presidencial venezolano hacia un lugar donde las autoridades estadounidenses pudieran capturar al mandatario.
A cambio, el agente le dijo al piloto durante una reunión clandestina, el aviador se convertiría en un hombre muy rico.
La conversación fue tensa, y el piloto se marchó sin comprometerse, aunque le dio al agente, Edwin López, su número de teléfono móvil —una señal de que podría estar interesado en ayudar al gobierno de Estados Unidos—.
Durante los siguientes 16 meses, incluso después de jubilarse de su cargo gubernamental en julio, López continuó con el intento, conversando con el piloto a través de una aplicación de mensajería encriptada.
La historia no contada, llena de intriga, sobre cómo López trató de convencer al piloto tiene todos los elementos de un thriller de espionaje de la Guerra Fría: jets privados de lujo, una reunión secreta en un hangar de aeropuerto, diplomacia de alto riesgo y el delicado cortejo a un lugarteniente clave de Maduro. Incluso hubo una última maniobra destinada a inquietar al presidente venezolano sobre las verdaderas lealtades de su piloto.
En términos más amplios, el plan revela el grado —y, a menudo, la forma improvisada— en que Estados Unidos ha intentado durante años derrocar a Maduro, a quien culpa de haber destruido la democracia de la nación rica en petróleo, al mismo tiempo que brinda apoyo a narcotraficantes, grupos terroristas y a la Cuba comunista.
Desde su regreso a la Casa Blanca, Donald Trump ha adoptado una postura aún más dura. Este verano, el presidente ha desplegado miles de soldados, helicópteros de ataque y buques de guerra en el Caribe para atacar embarcaciones pesqueras sospechosas de contrabandear cocaína desde Venezuela. En 13 ataques, incluidos algunos en el océano Pacífico oriental, el ejército estadounidense ha matado al menos a 57 personas.
Este mes, Trump autorizó a la CIA a llevar a cabo operaciones encubiertas dentro de Venezuela, y el gobierno de Estados Unidos también duplicó la recompensa por la captura de Maduro por cargos federales de narcotráfico, una medida que López intentó aprovechar en un mensaje de texto al piloto.
“Aún estoy esperando tu respuesta”, escribió López al piloto el 7 de agosto, adjuntando un enlace a un comunicado del Departamento de Justicia que anunciaba que la recompensa había aumentado a 50 millones de dólares.
Los detalles del plan, que finalmente fracasó, provienen de entrevistas con tres funcionarios estadounidenses actuales y anteriores, así como con uno de los opositores de Maduro. Todos hablaron bajo condición de anonimato, ya sea porque no estaban autorizados a discutir el operativo o porque temían represalias por revelarlo.
La Agencia Associated Press también revisó y autenticó los intercambios de mensajes de texto entre López y el piloto.
Los intentos por localizar al piloto, el general venezolano Bitner Villegas, no tuvieron éxito.
El Departamento de Seguridad Nacional (DHS) y el Departamento de Estado de Estados Unidos no hicieron comentarios. El gobierno venezolano tampoco respondió a una solicitud de comentarios.
Todo comenzó con una pista sobre los aviones de Maduro
La conspiración se gestó cuando un informante se presentó en la embajada de Estados Unidos en la República Dominicana el 24 de abril de 2024, cuando Joe Biden aún era presidente. Según tres de los funcionarios familiarizados con el asunto, el informante aseguraba tener información sobre los aviones de Maduro.
López, de 50 años, era entonces agregado en la embajada y agente de Investigaciones de Seguridad Nacional (HSI), una división del Departamento de Seguridad Nacional.
Antiguo Ranger del Ejército de EE. UU., delgado y de origen puertorriqueño, López dirigía las investigaciones de la agencia sobre redes criminales transnacionales con presencia en el Caribe, tras una larga carrera desmantelando bandas de narcotráfico, redes de lavado de dinero y estafadores. Su labor al desmantelar una operación ilegal de cambio de divisas en Miami incluso le valió una reprimenda pública en 2010 por parte de Hugo Chávez, el predecesor de Maduro. La asignación en la embajada sería su último puesto antes de jubilarse.
La embajada estaba cerrada, aunque López aún se encontraba en su escritorio. Le entregaron una tarjeta de índice de 3×5 pulgadas con el nombre y número de teléfono del informante.
Cuando llamó, el informante afirmó que dos aviones utilizados por Maduro se encontraban en la República Dominicana sometidos a costosas reparaciones.

López estaba intrigado: sabía que cualquier trabajo de mantenimiento probablemente constituía una violación penal de la ley estadounidense, ya que implicaría la compra de piezas fabricadas en EE. UU., lo cual está prohibido por las sanciones impuestas a Venezuela. Además, los aviones también estaban sujetos a confiscación por infringir esas mismas sanciones.
Localizar las aeronaves fue fácil: se encontraban en el aeropuerto ejecutivo La Isabela, en Santo Domingo. Pero vincularlas directamente con Maduro le tomaría meses a los investigadores federales.
Mientras construían el caso, descubrieron que el presidente venezolano había enviado cinco pilotos a la isla para recuperar los jets multimillonarios, un Dassault Falcon 2000EX y un Dassault Falcon 900EX.
Se arma un plan
López tuvo una revelación, según los funcionarios actuales y anteriores familiarizados con la operación:
¿Y si lograba convencer al piloto de volar a Maduro hacia un lugar donde Estados Unidos pudiera arrestarlo?
Maduro había sido acusado en 2020 de narcoterrorismo federal, bajo cargos que lo señalaban de inundar a Estados Unidos con cocaína.
El agente del Departamento de Seguridad Nacional (DHS) obtuvo permiso de sus superiores y de las autoridades dominicanas para interrogar a los pilotos, superando las preocupaciones de los funcionarios sobre provocar una ruptura diplomática con Venezuela.
En el hangar del aeropuerto, a poca distancia del jet, López y otros agentes invitaron a cada piloto, uno por uno, a una pequeña sala de conferencias. No había una agenda, dijeron los agentes; solo querían conversar.
Los agentes fingieron no saber que los pilotos pasaban su tiempo transportando a Maduro y a otros altos funcionarios venezolanos.
Hablaron con cada aviador durante aproximadamente una hora, dejando para el final a su objetivo principal: el general Villegas, a quien habían determinado como el piloto habitual de Maduro.
Villegas, el piloto de confianza
Villegas era miembro de la élite Guardia de Honor Presidencial y coronel de la Fuerza Aérea venezolana.
Un exfuncionario venezolano que viajaba regularmente con el presidente lo describió como amable, reservado y de plena confianza para Maduro.
Los aviones que pilotaba se usaban para transportar a Maduro por todo el mundo, a menudo hacia adversarios de Estados Unidos, como Irán, Cuba y Rusia.
En un video publicado por Maduro en diciembre de 2023, se puede ver a Villegas en la cabina sosteniendo una radio mientras el presidente intercambia consignas patrióticas con el piloto de un caza ruso Sukhoi.
López llamó a Villegas a la sala y conversaron un rato sobre las celebridades que había transportado, su servicio militar y los tipos de aviones que tenía licencia para volar, según dos personas familiarizadas con la operación.
Después de unos 15 minutos, el piloto comenzó a ponerse tenso, y le temblaban las piernas.
El agente empezó a presionar más:
—¿Alguna vez ha volado con Chávez o con Maduro?
Villegas trató de evadir las preguntas, pero finalmente admitió que había sido piloto de ambos líderes.
Mostró a los agentes fotos en su teléfono de él con Chávez y Maduro en varios viajes. También aportó detalles sobre instalaciones militares venezolanas que había visitado.
Sin que Villegas lo supiera, uno de los colegas de López grabó la conversación con un teléfono celular.
Cuando la conversación llegaba a su fin, López le hizo su propuesta:
A cambio de transportar secretamente a Maduro hacia manos estadounidenses, el piloto se volvería muy rico y querido por millones de sus compatriotas.
El encuentro podría realizarse en el lugar que el piloto eligiera: la República Dominicana, Puerto Rico o la base militar estadounidense de Guantánamo, Cuba.
Villegas no mostró sus cartas, pero antes de marcharse le dio a López su número de celular.
“Un tesoro de inteligencia”
Villegas y los otros pilotos regresaron a Venezuela sin los aviones, con la excusa de que no tenían las autorizaciones necesarias.
Mientras tanto, el gobierno estadounidense preparaba un caso de confiscación federal para incautar los jets.
Uno de ellos, registrado en el microestado europeo de San Marino a nombre de una empresa fantasma de San Vicente y las Granadinas, fue confiscado en septiembre de 2024.
El otro fue incautado en febrero de 2025, durante el primer viaje al extranjero del secretario de Estado Marco Rubio como principal diplomático de EE. UU.
En una rueda de prensa en el aeropuerto de Santo Domingo, López informó a Rubio frente a los medios.
López le dijo al secretario que el avión contenía “un tesoro de inteligencia”, incluyendo los nombres de oficiales de la Fuerza Aérea venezolana y detallada información sobre sus movimientos.
López colocó una orden de incautación sobre el jet.
El secretario de Estado de EE. UU., Marco Rubio, escucha a Edwin F. López, agregado de Investigaciones de Seguridad Nacional (DHS-HSI), junto al avión del gobierno venezolano que Rubio anunció estaba siendo confiscado por EE. UU. durante una conferencia de prensa en el Aeropuerto Internacional La Isabela, en Santo Domingo, República Dominicana, el 6 de febrero de 2025.
El gobierno de Maduro reaccionó airadamente, publicando un comunicado que acusó a Rubio de “robo descarado”.
Incluso jubilado, López continuó
Mientras preparaba el caso de confiscación junto a otras agencias federales, López siguió tratando de convencer a Villegas de unirse a su plan.
La tarea no era fácil.
Maduro había vuelto extremadamente costoso cualquier acto de traición: desde su llegada al poder en 2013, reprimió brutalmente las protestas, encarceló a decenas de personas e incluso aprisionó a antiguos aliados sospechosos de deslealtad.
Aun así, López persistió.
Ambos se escribieron por WhatsApp y Telegram una docena de veces, aunque las conversaciones no avanzaban.
En julio, López se jubiló, pero no podía olvidar a Villegas.
Buscó consejo entre la comunidad de líderes opositores exiliados que había conocido durante su carrera.
Uno de ellos lo describió como obsesionado con llevar a Maduro ante la justicia.
“Sentía que tenía una misión inconclusa que cumplir”,
dijo un miembro exiliado de la oposición, que habló bajo anonimato por seguridad.
Esa dedicación, añadió, hace que López sea “más valioso para nosotros que muchos de los mayores opositores de Maduro dentro de Venezuela”.
Después del mensaje de agosto sobre la recompensa de 50 millones de dólares, López envió otro diciendo que aún había “tiempo para ser el héroe de Venezuela y estar del lado correcto de la historia”.
Pero Villegas no respondió.
El 18 de septiembre, López veía las noticias sobre el despliegue militar de Trump en el Caribe cuando notó un post en X (antes Twitter) de un usuario anónimo, @Arr3ch0 (una referencia al argot venezolano para “furioso”), quien seguía de cerca los vuelos de los aviones presidenciales.
El usuario publicó una captura de pantalla mostrando un Airbus presidencial realizando un extraño bucle tras despegar de Caracas.
López escribió:
“¿A dónde te diriges?”
Villegas respondió:
“¿Quién eres?”,
sin reconocer el número o fingiendo ignorancia.
Cuando López insistió en recordar lo que habían hablado en República Dominicana, Villegas se volvió agresivo, llamando a López “cobarde”.
“Los venezolanos estamos hechos de otra madera”,
escribió Villegas.
“Lo último que somos es traidores.”
López le envió una foto de ambos hablando en un sofá de cuero rojo en el hangar el año anterior.
“¿Estás loco?”, respondió Villegas.
“Un poco…”, replicó López.
Dos horas después, López intentó por última vez:
mencionó a los tres hijos de Villegas por nombre y le habló de un futuro mejor en Estados Unidos.
“La ventana para decidir se está cerrando”, escribió, poco antes de que Villegas bloqueara su número.
“Pronto será demasiado tarde.”
Intentando inquietar a Maduro
Al darse cuenta de que Villegas no se uniría al plan, López y otros miembros del movimiento anti-Maduro decidieron intentar desestabilizar al presidente venezolano, según tres personas familiarizadas con la operación.
El día después del tenso intercambio en WhatsApp, Marshall Billingslea, un aliado cercano de la oposición venezolana y exfuncionario de seguridad nacional de gobiernos republicanos, pasó a la acción.
Llevaba semanas trolleando a Maduro en redes sociales, y ahora decidió incluir a Villegas en sus burlas.
El 12 de octubre de 2025, Día de la Resistencia Indígena en Venezuela, Billingslea publicó en X un mensaje sarcástico:
“¡Feliz cumpleaños, ‘General’ Bitner!”
Adjuntó dos fotografías lado a lado:
una era la misma que López había enviado a Villegas por WhatsApp el día anterior (aunque López fue recortado de la imagen),
y la otra era una foto oficial de la Fuerza Aérea con una estrella dorada en la charretera que indicaba su nuevo rango.El post fue publicado a las 3:01 p.m., un minuto antes de que otro Airbus sancionado, usado por Maduro, despegara del aeropuerto de Caracas.
Veinte minutos después, el avión regresó inesperadamente.La burla de cumpleaños, vista por casi tres millones de personas, sacudió las redes sociales venezolanas.
Los opositores de Maduro especularon que el piloto había sido obligado a regresar para ser interrogado,
otros creyeron que sería encarcelado.Durante varios días, nadie vio ni escuchó de Villegas.
Finalmente, el 24 de septiembre, reapareció en televisión, vestido con su uniforme de vuelo de la Fuerza Aérea, en un programa conducido por el ministro del Interior, Diosdado Cabello.Cabello se rió ante cualquier sugerencia de que los militares venezolanos pudieran ser comprados.
Mientras el ministro elogiaba la lealtad de Villegas, llamándolo un“patriota inquebrantable y arrecho”,
el piloto permaneció de pie, en silencio, levantando el puño cerrado en señal de lealtad.


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