THOR QUEMADO

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Autor: Rafael Rivero

Vida de oscura definición, hermano de igual fenotipo, la quebrada línea de sus correteos planetarios lo estigmatiza como hombre de monedas falaces: cara de businessman, sabio a la hora de capear temporales, pero con sello entre policial o de espía, que rinde cuentas a su majestad lo ambiguo. Ubicado siempre, eso sí, en los escaños superiores del poder, la influencia, la burocracia e inteligencia internacionales.

Esta, la del musiu cincuentón, es una historia de fantasías trocadas en desvaríos, de soldados de plomo barridos por bruscas embestidas de realidad, e incluye coches que vuelan en pedazos, autos de detención y vidas hechas papilla. Puesto que Thor Leonardo Halvorssen Hellum siempre le hizo guiños a la macropolítica y vivió expectante de sabotajes, maquinaciones y urdimbres secretas que, según algunos que lo conocen de cerca, fueron adobadas por la fuerte capacidad de invención que desde siempre entretuvo su rubia testa. Hasta dar, por último, en una cochambrosa celda penitenciaria, entrampado en un complot de carne y hueso que mucho tiene que ver con sus —en entredicho— bregas de Odiseo antinarcóticos. Es también historia de destinos previsibles. El de dos hermanos y un único código genético: la misma cara, la misma categoría de hombres de acción, la misma fatalidad que los enreda en confusas intrigas.

Gemelos univitelinos, sólo pocos segundos median en el tránsito vaginal de Thor y Olaf Halvorssen y, a partir de entonces, sus vidas describen suaves elipsis o tormentosos empalmes que en ocasiones se tocan y en otras computan coordenadas opuestas. Tal como que, si hasta más o menos la treintena fueran físicamente indiferenciables, transcurridos cuatro lustros la grasa se enseñorea en el cuerpo del primero, mientras el abdomen de Olaf —otrora tristemente famoso por el escándalo del petroespionaje— permanece atento a una rigurosa rutina de aerobics, aunque ambos han terminado embrollados en los sórdidos recovecos de la justicia venezolana.

Les señaló la ruta su padre, y ese desfile por los intríngulis de la inteligencia de Estado, empresarial o policíaca responde tal vez a una malinterpretada heredad asumida como estrella irrevocable o hierros de casta, sin sintonía con lo que hubiera podido ser una inspiración más natural, un simple recuerdo de guerra.
Pues que Oeisten Leonardo Halvorssen de Reuter, patriarca y pionero de esa estirpe vikinga, fuese condecorado por los Aliados después de la Segunda Guerra Mundial en loor a sus servicios de espía, parece definir de una forma u otra ese segmento enigmático de las vidas de los mellizos —la atroz fatalidad de concitar conjuras— que, aparte de dinero y fuertes emociones, ha sabido brindarles periódicos, intensos e inolvidables dolores de cabeza. Y Thor, quien paga ahora el escarnio del que quizá sea el más resistente a los analgésicos, completa una historia igualmente inescrutable, que lo mantiene al filo de una disyuntiva a dilucidar: ¿víctima o victimario? ¿héroe caído en desgracia o Maquiavelo en el maremágnum de violentos acontecimientos de los últimos meses de historia venezolana? El tour por las estaciones de vida coopere tal vez con otras mil hipótesis posibles.




 

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