El papel de Ugo Di Martino para la mafia calabresa durante la visita en 2008 del entonces presidente de la Cámara de Diputados de Italia Fausto Bertinotti a Chávez en Venezuela

El papel de Ugo Di Martino para la mafia calabresa durante la visita en 2008 del entonces presidente de la Cámara de Diputados de Italia Fausto Bertinotti a Chávez en Venezuela

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Los hechos relacionados con el hospital fantasma de Caracas han sacado a la luz viejas historias sobre la relación entre la política italiana y Venezuela. El deus ex machina de este trato es un hombre llamado Ugo Di Martino, que ya ha sido noticia. El 5 de febrero de 2013 también nos enteramos de eso. Mario Monti tenía su propio impresentable“ en las elecciones de ese año. La denuncia vino de Francesco Forgione, líder de Sel en Senado en Sicilia y expresidente de la Comisión Parlamentaria Antimafia. Forgione se refiere a “Hugo di Martino de origen siciliano, pero ligado a los calabreses, ya candidato del PDLcuyo nombre fue incluido en la lista de Maie, la Asociación de Italianos en América del Sur, que precisamente apoya a Mario Monti”.

Forgione contó la historia de Di Martino en su último libro, Puerto Libre. “Reconstruyendo negocios entre Marcello Dell´Utriel prófugo Aldo Micciché, en ese momento perseguido por una orden de captura internacional como parte de una investigación sobre los asuntos del clan Piromalli en Italia y en el exterior, y Ugo Di Martino –añadió– habría pensado en todo, excepto en encontrar a este último en la lista Monti en Sudamérica”.

Ugo Di Martino aparece muy cerca de Micciché, un hombre a su vez en contacto directo con el clan Piromalli de la Piana di Gioia Tauro, uno de los más poderosos de la mafia calabresa. Tanto es así que Micciché le había pedido que marcara de cerca Fausto Bertinotti, entonces presidente de la Cámara, durante una visita oficial a Venezuela, para impedir que el exlíder de refundación comunista interfiriera en sus maniobras políticas vinculadas al voto de los italianos en el extranjero y en los asuntos del sector del gas que interesaban a Dell’Utri. A través de Miccichè, el senador del PDL fue constantemente informado de los avances informados por el candidato Monti, según Italy 24 Press.

Ugo Di Martino, antigua mano derecha del fallecido mafioso Aldo Micciché, en el centro de polémica por fallida y fraudulenta construcción de hospital en Venezuela con fondos donados por italianos que terminaron en cenas proselitistas

“Son los mismos protagonistas de las papeletas quemadas en las elecciones de 2006”, concluye Forgione. “Di Martino, primer candidato de Mastella, luego de Berlusconi, ahora de Monti, evidentemente tiene un paquete de votos que ofrecer en el mercado en todos los ámbitos. Y esto, conociendo a la gente que le rodea, no es tranquilizador”.

LA HISTORIA

En este punto, procedamos con la historia directa de Francesco Forgione, tomada de “Porto Franco”.

El acuerdo petrolero bajo la dirección de Dell’Utri y Micciché está a punto de concretarse (https://www.iacchite.blog/mafia-stato-e-calabria-voti-gas-petrolio-e-il-figlio-di – dellutri-en-caracas-en-el-covo-dei-piromalli/). Pero llega un hecho inesperado, la visita del Presidente de la Cámara Bertinotti al Presidente venezolano Chávez. Todo el infierno se desata. Todos están alborotados: la familia de Gioia Tauro, Micciché de Caracas, Massimo De Caro y Dell’Utri de Milán.

El triángulo cree que Bertinotti, de acuerdo con Prodi y el canciller D’Alema, puede bloquear el trato. Están convencidos de que el gobierno italiano quiere favorecer a un consorcio francés para golpear al “amigo Putin”, que siempre ha estado ligado a Berlusconi. “Hemos llegado al absurdo” le dice Micchiché a Dell’Utri “que llega un puto presidente francés, cerrando tres o cuatro operaciones y nos quedamos de brazos cruzados y miramos con Silvio que, dando múltiples regalos, se deja follar por un bigote que es una pobre mierda y de ‘esta mortadela que, en fin, por favor, quién cojones es… En fin, Silvio podría hacer mucho más”. Pero Dell’Utri lo justifica. “Aldo, por ahora está muy ocupado con el giro que quiere dar”.

El día de la llegada de Bertinotti, Micciché informa a Massino De Caro: “…Hoy estoy ocupado porque Bertinotti está aquí…”. De Caro está preocupado: “… No olvides… mantente en el camino”. Pero la respuesta de Aldo es tranquilizadora: “No te preocupes por este pendejo… mira, quería joder el gas, ¡eh!”.

Aldo Micciché ya lo ha previsto todo. Fuerzas de seguridad venezolanas, periodistas, policías italianos rodean a Bertinotti. El ceremonial lo prevé cuando la tercera oficina del estado italiano se traslada al extranjero. En la cola de representantes de la embajada italiana hay un hombre de Micciché. Tiene la tarea de seguir los movimientos del Presidente de la Cámara y reportar al representante de Piromalli. Por teléfono Micciché dice que es Ugo Di Martino. Un empresario de origen siciliano, que a lo largo de los años se ha unido a los calabreses y se ha puesto a su disposición: “Dejo atrás a Ugo Di Martino que lo sigue paso a paso… que esta historia de Bertinotti me está volviendo loco… .”.

La elección es perfecta. Ugo Di Martino es el presidente de Comites, la representación institucional de los emigrantes italianos. Es natural que honre a tan alto funcionario del Estado en una visita oficial a Venezuela. Estamos en el 16 de enero y Micciché le informa a Massimo De Caro que se había enterado de una larga llamada telefónica que tuvo lugar la noche anterior entre el primer ministro italiano Prodi y el presidente venezolano Chávez.

Se podría pensar en un “jactancia” del reparador calabreso. Pero la llamada telefónica, secreta, realmente tuvo lugar. Me lo confirmó Bertinotti, el único que lo sabía. Al hablar con Bertinotti sobre mi intención de escribir este libro, le conté esta historia. Cuando le pregunté por la llamada telefónica entre los dos jefes de Gobierno, buscando las coincidencias entre las fechas fijadas en su agenda y las de las escuchas telefónicas, me miró entre curioso y perplejo: “¿Y tú cómo lo sabes?”.

Nunca nadie le había dicho nada sobre estas interceptaciones y las buenas compañías que llevaba a cuestas durante sus días en Caracas. Si para escribir este libro me hubiera detenido en la sentencia escrita por los jueces al concluir el juicio “Cien Años de Historia” y no hubiera leído la información completa de las partes archivada y no publicada, esta historia no habría salido a la luz. Y la tercera oficina del estado italiano de la época nunca habría sabido de sus relaciones involuntarias con los emisarios de la ‘Ndrangheta calabresa.

Es una mala historia. ¿Quién le informó a Micciché, prófugo en Venezuela, de la llamada telefónica entre Prodi y Chávez? ¿Y de dónde? ¿De las habitaciones secretas del Palacio Chigi o de las de la presidencia venezolana? ¿Y qué espías sirven más amos, los de los servicios de seguridad italianos o los del Caribe? Ciertamente no sería nuevo ni para uno ni para otro. Ciertamente, para la visita de Bertinotti, los hombres de la ‘Ndrangheta y la camarilla vinculada a Dell’Utri estaban “en el lugar” desde hacía algún tiempo y habían tomado sus contramedidas.

Quince días antes, el 29 de diciembre de 2007, Aldo había informado al Senador de Forza Italia: “Envían aquí a la señora dominici, la Presidenta de la Cámara…”. Dell’Utri se indigna: “… Pero locuras…”. Micciché: “… Quién no entendió que a los comunistas de aquí les importa un carajo Chávez… sabes lo maravilloso que cuando hablo contigo puedo hablar con esta terminología completa, en fin, no tengo para ser diplomático… Esos decían, ¿qué cojones quiere este Bertinotti?… y yo le expliqué, eso hay que decirle a Chávez… Chávez tiene que entender que aquí los problemas del gas son problemas que ya empezaron…”.

Temen la iniciativa de Bertinotti. Pero Micciché es informado, directamente por los líderes más cercanos a Chávez, que el gobierno bolivariano no quiere ser influenciado desde afuera. Mientras que él, que lleva meses negociando en Caracas, tiene relación directa con el gobierno: “…El gobierno nos envió esta circular sobre Petroli Venezuelana SA que me permito leerle de manera muy secreta Marcello… aquí está el final: “… en el tema del exterior, el interés que está mostrando Europa, es decir, Alemania, España, Francia e Italia es motivo de discusión interna… en la protección de los diversos grupos económicos que atañen a PDVSA …”así le están diciendo a Bertinotti, mire joven, no nos joda”.

Dell’Utri, que ya puede ver petróleo y gas en sus manos, comenta con entusiasmo: “Pero esto es hermoso”.

Aldo explica que los miembros del gobierno ruso no están contentos con eso. Pero Dell’Utri, que ha hecho más de un trato con los rusos, no se enfada: “… la suerte es que está Viktor Vekselberg que luego vende todo a Gazprom… seguro que no es fácil…”.

Aldo Micciché está de acuerdo. Pero para facilitar el proceso, también piensa en otros caminos a seguir: “… En este momento los hijos de puta más interesados ​​son los franceses… que tienen su propio gas… ¿cómo se llama?… Pero para nosotros, más singulares que raros, creo que las relaciones que tenemos confidencialmente, más aún, muy confidencialmente, con la masonería nos ayudarán… ustedes seguramente ya se han olvidado de Marcello…”.

La masonería en América del Sur siempre ha representado un poder paralelo muy poderoso. Favoreció el surgimiento de dictaduras sangrientas en la mayoría de los países latinoamericanos. Y ha mantenido sólidas relaciones con las logias italianas. Empezando por el P2 de Licio Gelli, quien había sido hospedado y protegido por el más criminal de los dictadores sudamericanos durante largos períodos de su vida.

La carta de las logias está ahora en sus manos. Por eso, le guste o no a Bertinotti, el negocio no se le escapa. “En fin, le decimos a su presidente de la Cámara de Diputados que puede prescindir de venir aquí… que se queda ahí con los anteojos colgando del pecho… que no ha entendido que los comunistas de este lado de Chávez les importa un bledo y medio porque entendieron que esto los ha llevado de paseo…”.

El cuadro esbozado por Aldo Micciché es reconfortante. Las conclusiones sobre Bertinotti vienen de Dell’Utri: “¡Puedes sparagnà u Viaggiu!”. El senador, en cambio, quiere ir a Venezuela: “Oye, Aldo, pero ¿cuándo te vamos a ver?”. “¡Marcello, no veo la hora de abrazarte!”.

Y no terminó ahí.


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