Una historia común entre dictadores, narcotraficantes y literatos

Una historia común entre dictadores, narcotraficantes y literatos

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¿Qué tienen en común Fidel Castro, Klaus Altmann Barbie, Gabriel García Márquez y Roberto Suárez Gómez?

Aparentemente, nada. Pues el primero fue el dictador cubano, el segundo un criminal de guerra nazi, el tercero ganó el premio nobel de literatura, y el cuarto fue un narcotraficante boliviano. Pero en la década de los 80 esos cuatro hombres tuvieron algo que los unió: la cocaína, reveló Hugo Marcelo Balderrama en PanAm Post.

Todo se remonta al 16 de noviembre del año 1979. En esa ocasión, el coronel Natusch Busch le entregó la presidencia de Bolivia a la diputada Lidia Gueiler Tejada, era la primera mujer que asumía ese cargo.

La débil gestión de la señora Gueiler y el crecimiento de la Unión Democrática y Popular (un partido de izquierda) preocupaban a las altas esferas de las Fuerzas Armadas bolivianas. Ese sentimiento fue transmitido por Klaus Altmann Barbie a Roberto Suarez Gómez.

El golpe de Estado del 17 de Julio de 1980 ―que encumbró en el poder al general Luis García Meza Tejada― contó con el apoyo financiero del rey de la cocaína. Sin embargo, producto de la presión norteamericana ―quizás también como una estrategia para quedarse con el negocio― García Meza traicionó a su mecenas. No obstante, Roberto Suarez monopolizó el negocio de producción de droga y creo La Corporación.

El retorno de la democracia en 1983 no significó el fin de La Corporación. Ya que en esa época Roberto Suárez junto con Pablo Escobar ―quien a la larga sería el narcotraficante más peligroso de Colombia y el mundo― llenaron Estados Unidos de cocaína. Obviamente, una operación de ese tamaño requería socios estratégicos, entre ellos, Fidel Castro y Gabriel García Márquez.

Para Castro el narcotráfico suponía un arma de lucha revolucionaria. Su razonamiento era el siguiente: si los yanquis eran lo bastante estúpidos para consumir droga procedente de Colombia y de Bolivia, no sólo no era su problema —al menos mientras no lo descubrieran—, sino que además servía a sus objetivos revolucionarios, ya que la droga corrompía y desestabilizaba la sociedad estadounidense. Aunque en el camino acumuló una enorme fortuna no solamente proveniente de la cocaína, sino de haber extraído millones de dólares en subsidios a los soviéticos. / Más en PanAm Post


 

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