Exministro español de Exteriores Josep Piqué evalúa la actual situación de España, el mundo y su economía

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Viene Josep Piqué de superar un serio achaque de salud, que nada tiene que ver con el coronavirus pero que subraya la angustia de este tiempo pasado. “Lo he pasado muy mal”, dice Piqué y se percibe al momento que la afirmación le sale de lo más hondo, revela una entrevista del diario español El Confidencial.

“Pero ya he recuperado el vigor intelectual, con lo que estoy trabajando al cien por cien, y físicamente, aunque es un proceso lento, he empezado a recuperar peso y las fuerzas que había perdido. Al fin, estoy tranquilo porque ya solo es cuestión de paciencia y de seguir un régimen nutricional”. Josep Piqué Camps (Vilanova i la Geltrú, 1955) es una de las figuras más reconocibles de la política española a pesar de que su actividad pública (ministro de Exteriores e Industria en la época de Aznar) es mucho menos relevante que sus otras dos facetas, como empresario y economista. También como pensador. En 2018, mas o menos por estas fechas, publicó un libro, titulado ‘El mundo que nos viene’, que al contemplarlo ahora produce una especie de escalofrío por lo vulnerables que somos y cómo llegamos a olvidarlo: ¡Quién iba a imaginar que ‘el mundo que se venía’ encima era el de una pandemia como esta!

RESPUESTA. Sí, no es lo mismo para Occidente que para África o los países del Este, que sí padecen pandemias; pero en nuestro caso, es verdad, que no sufríamos algo así desde la mal llamada ‘gripe española’ de hace un siglo. Pensábamos que estos problemas ya no iban con nosotros y ahora hemos visto que, a pesar de disponer de unos buenos sistemas públicos de salud, un virus puede provocar un colapso, con lo que debemos repensar algunas de las cosas que dábamos por sabidas o que ignorábamos. Pero, en el sentido de lo que usted decía, fíjese que muchos de los grandes fenómenos que hemos padecido en las últimas décadas nos han cogido siempre por sorpresa. La caída del Muro de Berlín en 1989, por ejemplo, y la rapidez de la desintegración de la Unión Soviética, o el colapso financiero de 2008, que también fue inesperado a pesar de los síntomas de ‘burbujas’ que existían: no supimos anticipar la profundidad que tendría esa crisis. Incluso podríamos añadirle la Primavera Árabe… En definitiva, que tenemos que aprender a ser modestos.

PREGUNTA. Pero ¿confía usted en eso, que se aprenda algo? La modestia, la humildad nos deberían llevar a pensar que el mundo del futuro tiene que ser más solidario. Y no sé yo…

R. Es verdad que, ante fenómenos globales como el vivido, tiene que haber una respuesta global y solidaria. Es, por tanto, de sentido común que exijamos a los responsables políticos esa salida coordinada y efectiva, con lo que ello supone de utilización de los organismos internacionales de los que disponemos y que también deben repensarse. Pienso, por ejemplo, en el G20, que fue muy eficaz en la crisis financiera pero que ahora, ante la pandemia, no ha jugado el papel que le correspondía. Otro de los problemas con los que se encuentra la solidaridad internacional son los obstáculos que se le ponen a las cadenas globales de valor por un cierto retorno al proteccionismo y la relocalización de determinadas producciones y servicios. Frente a esas tendencias regresivas, la pandemia demuestra que, si no existe una solución global, la posibilidad de que vuelva es alta, por muy eficaz que sea un país con la erradicación a corto plazo. De la pandemia, o salimos todos o no salimos; no hay salidas individuales.

P. Pues la sensación es que los organismos internacionales imprescindibles para estas crisis, como la Organización de Naciones Unidas (ONU) o la Organización Mundial de la Salud (OMS) se han convertido en enormes aparatos burocráticos completamente ineficientes y desacreditados…

R. Tras la Segunda Guerra Mundial, se diseñó una arquitectura internacional muy apropiada y exitosa. A raíz de los acuerdos de Bretton Woods​​, y de otras iniciativas políticas, se crearon las Naciones Unidas, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial… y se desarrollaron mecanismos generales de coordinación, como el originario Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio, el GATT. En todo eso, es necesario dar ahora un salto cualitativo. Probablemente, no tengamos que repensarlo todo, pero esa arquitectura internacional necesita una mejora profunda porque se ha vuelto insuficiente. La Organización Mundial de la Salud, por ejemplo, es un buen instrumento, pero no tal y como está, lastrada por la burocratización y la politización. Si hay voluntad, eso se puede corregir. Ocurre igual con Naciones Unidas, porque carece completamente de sentido que se mantenga el anacronismo de miembros permanentes con derecho de veto que se identifican con las potencias vencedoras de la Segunda Guerra mundial. Esa reforma es muy necesaria y hay que insistir, incluso reforzando otros mecanismos de colaboración multilateral. Claro que ya sabemos que los países que tienen ese privilegio no van a querer renunciar y que, por tanto, existe la duda de que haya voluntad política para avanzar en el sentido que el mundo necesita. Más en El Confidencial


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